Los proveedores necesitan maquinarias de embalaje para poder atender la alta demanda de pedidos online

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En la última década, el auge del comercio electrónico ha transformado radicalmente la manera en la que consumimos productos. Comprar desde casa, recibir paquetes en cuestión de horas y tener acceso a catálogos globales ya no es un lujo, sino una expectativa común. Esta evolución del consumo ha desencadenado una revolución silenciosa pero decisiva en toda la cadena de suministro, especialmente en el ámbito del embalaje. Cada vez más proveedores, desde pequeños distribuidores hasta grandes almacenes logísticos, se ven obligados a incorporar maquinaria de embalaje en sus procesos para poder atender la creciente demanda de pedidos online de manera eficiente, segura y rentable.

La necesidad de maquinaria de embalaje surge como respuesta directa a la presión que impone el comercio digital. Los consumidores esperan entregas rápidas, productos bien protegidos y una presentación cuidada, incluso cuando se trata de compras cotidianas. Cumplir con estas expectativas de manera manual se vuelve insostenible a medida que el volumen de pedidos crece. Por eso, los proveedores se ven forzados a automatizar parte o la totalidad del proceso de empaquetado, integrando máquinas que puedan hacer en segundos lo que antes tomaba minutos y requería intervención humana constante.

Esta transformación no solo responde a una cuestión de velocidad y es que las máquinas de embalaje también garantizan uniformidad en los procesos, optimización del uso de materiales y una mayor seguridad para los productos durante el transporte. Un pedido mal empaquetado puede significar una devolución, una queja o la pérdida de un cliente. En un mercado donde la fidelidad del consumidor es volátil y las valoraciones online influyen en la reputación, minimizar errores es esencial. Las máquinas permiten aplicar con precisión plásticos protectores, sellar cajas de forma hermética, adaptar el tamaño del embalaje al contenido o incluso insertar documentación de manera automática, reduciendo así la probabilidad de fallos humanos.

Por otro lado, el incremento de la eficiencia operativa también tiene un impacto positivo en los costes. Automatizar el embalaje significa ahorrar tiempo, reducir el desperdicio de materiales y liberar recursos humanos para tareas más estratégicas dentro del flujo logístico. En tiempos donde la competitividad es feroz y los márgenes cada vez más ajustados, estas ventajas representan una diferencia sustancial entre sobrevivir o destacar en el mercado digital.

Además, la propia evolución del packaging se ha vuelto más sofisticada y las empresas ya no solo buscan proteger el producto, sino también generar una experiencia de marca a través del embalaje. Esto ha llevado a una mayor personalización, y muchas máquinas modernas ya permiten imprimir logotipos, mensajes o incluso adaptar el diseño del paquete al perfil del cliente. En este nuevo paradigma, el embalaje no es solo un contenedor, sino un vehículo de comunicación.

El crecimiento de la demanda online también ha obligado a adaptar las instalaciones logísticas a nuevas realidades. Los almacenes tradicionales, pensados para envíos en grandes lotes a tiendas físicas, han tenido que reconvertirse para gestionar pedidos individuales y variados. Este cambio ha hecho imprescindible la instalación de maquinaria de embalaje que pueda trabajar de manera continua, precisa y adaptativa, acorde al ritmo de los pedidos que entran cada minuto a través de plataformas digitales.

En este contexto, desde Bvpack nos recuerdan que no se trata solo de una tendencia, sino de una necesidad y aquellos proveedores que no invierten en automatización del embalaje corren el riesgo de quedarse atrás frente a competidores más ágiles y eficientes. La maquinaria de embalaje, que antes era exclusiva de grandes industrias, hoy se ha democratizado y se presenta como una herramienta esencial para negocios de cualquier escala que quieran mantenerse competitivos en la era digital.

¿Cómo se gestiona el envío de paquetería en Canarias?

El envío de paquetería a Canarias y desde Canarias al resto de España o del mundo requiere una gestión logística específica debido a su condición de territorio insular y régimen fiscal especial. Aunque forma parte del territorio español, Canarias no pertenece al territorio aduanero de la Unión Europea, lo que implica una serie de trámites y particularidades que afectan directamente al transporte de mercancías.

Uno de los aspectos más importantes es la gestión aduanera. Todo envío de paquetería entre la Península y Canarias está sujeto a un proceso de declaración aduanera, tanto para entrada como salida. En lugar del IVA, en Canarias se aplica el IGIC (Impuesto General Indirecto Canario), y por eso se deben declarar los envíos mediante el Documento Único Administrativo (DUA). Aunque muchos operadores logísticos lo gestionan de forma automática, este trámite puede suponer un coste adicional y un tiempo de tránsito algo mayor que los envíos nacionales peninsulares.

Para facilitar el flujo comercial, las empresas de transporte suelen trabajar con plataformas logísticas en puntos estratégicos como Tenerife o Gran Canaria, desde donde distribuyen la paquetería al resto de islas. Los envíos suelen llegar por vía aérea o marítima, dependiendo del volumen, peso y urgencia. El transporte aéreo es más rápido, pero más costoso, y se utiliza sobre todo para paquetería urgente o ligera. El transporte marítimo, en cambio, es más lento pero más económico y se emplea para grandes volúmenes o mercancías no urgentes.

Una práctica común en el comercio electrónico con destino Canarias es la utilización de envíos ‘DUA simplificado’ o exentos, cuando el valor declarado del paquete es inferior a cierto umbral (generalmente 150 euros), lo que reduce los trámites y agiliza la entrega. No obstante, si el valor supera ese límite, el destinatario puede tener que abonar impuestos, tasas o presentar documentación adicional para retirar el paquete.

En cuanto a los plazos de entrega, los envíos desde la Península a Canarias suelen tardar entre 48 horas y 5 días laborables, dependiendo del servicio contratado, los trámites aduaneros y la isla de destino. Desde Canarias a la Península, los tiempos son similares, aunque con ciertos matices logísticos y fiscales que pueden hacer variar el proceso.

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